lunes, 9 de febrero de 2015

Circula un texto que no pertenece al papa Francisco

"No es necesario creer en Dios para ser una buena persona. En cierta forma, la idea tradicional de Dios no está actualizada. Uno puede ser espiritual pero no religioso. No es necesario ir la Iglesia y dar dinero. Para muchos, la naturaleza puede ser una Iglesia. Algunas de las mejores personas de la historia no creían en Dios, mientras que muchos de los peores actos se hicieron en su nombre".

A este párrafo, atribuido al Papa Francisco, se lo presenta como una "frase entera", una "unidad de sentido", pronunciada o escrita de corrido. No la es. No forma parte, así como se la presenta, de ningún escrito ni catequesis oral del papa. Ninguna de las frases inconexas que conforman el párrafo apócrifo es incorrecta, entendida en un determinado contexto, pero así hilvanadas adquieren un nsentido que va en dirección opuesta a la enseñanza de este pontífice, le guste a quien le guste. Analicémoslas una a una:

"No es necesario creer en Dios para ser una buena persona".

No encuentro en ningún lado una cita papal con estas palabras, aunque hay un párrafo de la carta que Francisco escribe a Eugenio Scalfari, fundador y director del diario italiano La Repubblica, intelectual de izquierda y ateo convencido, un no creyente con quien el papa estableció un diálogo honesto y rico, del cual se podría entresacar esta conclusión, aunque el papa va mucho más lejos. El papa le dice a Scalfari:
"En primer lugar, me pregunta si el Dios de los cristianos perdona a quien no cree o no busca la fe. Considerando que  -y es la cuestión fundamental-  la misericordia de Dios no tiene límites si nos dirigimos a Él con corazón sincero y contrito, la cuestión para quien no cree en Dios radica en obedecer a la propia conciencia. Escucharla y obedecerla significa tomar una decisión frente a aquello que se percibe como bien o como mal. Y en esta decisión se juega la bondad o la maldad de nuestro actuar".
De cualquier forma, la frase "No es necesario creer en Dios para ser una buena persona" es una frase que refleja una realidad, ya reconocida implícitamente por el Concilio Vaticano II, en el N° 16 de la Constitución Apostólica Lumen Gentium, que dice, respecto de los no creyentes: "Pues los que inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, y buscan con sinceridad a Dios, y se esfuerzan bajo el influjo de la gracia en cumplir con las obras de su voluntad, conocida por el dictamen de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna. La divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salvación a los que sin culpa por su parte no llegaron todavía a un claro conocimiento de Dios y, sin embargo, se esfuerzan, ayudados por la gracia divina, en conseguir una vida recta".
Creer en Dios no es necesario, ciertamente, para ser una buena persona, porque la experiencia nos muestra a diario que hay no creyentes buenos y malos como también hay creyentes buenos y malos. La fe sola no hace a una buena persona, si no es perfeccionada por la caridad. La sola fe puede ser (y de hecho en muchas oportunidades lo es) un camino individualista de salvación, sin conexión con los demás.
Sin embargo, en el contexto de este párrafo apócrifo, pareciera ser una invitación papal a no creer en Dios, o al menos se presenta como una minimización de la importancia de creer en Dios, cosa que choca de manera absoluta contra la catequesis continuada del papa, accesible en su totalidad en el sitio web www.vatican.va.
Luego aparece una segunda frase que no he podido encontrar en ningún discurso, catequesis o escrito papal:

"En cierta forma, la idea tradicional de Dios no está actualizada".

Dejando salva la cuestión de que el conocimiento posible de Dios por parte del hombre, construido a través de la revelación a lo largo de la Historia de la Salvación y especialmente a través del Evangelio vivo de Jesucristo ("Nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo lo quiera revelar" (Mt. 11,27) no puede adaptarse a la necesidad de un tipo determinado de Dios que necesite la humanidad de cada época, ya que Dios es en sí mismo, independientemente de la idea que tengamos de Él, dejando salvo esto, repito, es cierto que a lo largo de los tiempos se ha generado en muchas personas una imagen falsa de Dios que no responde al Padre que nos revela Jesucristo. El Papa Juan XXIII sostenía, al convocar al Concilio, que la vieja y eterna doctrina del Catolicismo debía ser presentada en nuevas y atrayentes formas,  de manera que mostraran todo su sentido al hombre de hoy. La palabra "tradicional" tiene para muchos una connotación peyorativa, aunque técnicamente significa "lo que ha sido transmitido de generación en generación". Desde esta perspectiva, esta frase (que insisto, no me consta que haya sido dicha por el papa Francisco ya que no figura en los catálogos de su enseñanza) puede ser expresada así: "La idea de Dios que nos ha sido transmitida de generación en generación con fidelidad, debe ser expresada hoy con un lenguaje actual, comprensible a la cultura de este siglo XXI". Desde esta perspectiva, la frase es cierta. Si quisiera decir que hay que cambiar lo que la Iglesia ha creído y cree respecto de Dios, entonces es falsa de toda falsedad.
La frase siguiente, pegoteada en este apócrifo, pero que tampoco pude encontrar en el magisterio del papa Francisco, es sin embargo cierta:

"Uno puede ser espiritual pero no religioso".

Efectivamente, hay muchas espiritualidades que no constituyen religión. La New Age es una de ellas. Esto es una afirmación que describe una realidad, y hay personas con riquezas espirituales que sin embargo no creen en un Dios trascendente, ni en la vida eterna, ni en una religión determinada. Pero conociendo el magisterio del papa (e incluso el del cardenal Bergoglio, como arzobispo de Buenos Aires), afirmo taxativamente que el papa enseña continuamente la bondad de la religión, y de la vivencia de la propia religión dentro de la comunidad, que es la Iglesia. Una vez más, el autor de este compuesto intenta aprovechar el prestigio del Papa para hacer creer que para el papa es lo mismo ser creyente que no serlo, es lo mismo ser religioso que no serlo. El papa respeta y ama a todos, creyentes o no, religiosos o no. Pero su enseñanza es clara: Cristo, el hombre-Dios, es ejemplo del hombre religioso, y la Iglesia invita a todos los hombres a la imitación y seguimiento de Cristo.
La siguiente frase tampoco pudo ser encontrada en la catequesis papal:

"No es necesario ir la Iglesia y dar dinero".

Contextualizada dentro del apócrifo, y siguiendo su sentido, pareciera querer decir que no es necesario ir a la iglesia (templo) y dar dinero para ser buenas personas. En este aspecto, me permito discrepar al menos parcialmente con el autor de la frase atribuida al papa: "obras son amores, más que buenas razones", reza el refrán. Dar a los pobres, dar al que necesita, es signo (cuando es un dar desde el corazón) de caridad, de amor. Y es la caridad la que nos hace buenos. Si utilizo una frase como esta para justificar mi reticencia a compartir mis bienes, entonces me convierto en lo que creo combatir: un hipócrita. La caridad, el compartir, es la base de la enseñanza papal, y es también una enseñanza de Cristo y de la Iglesia. Ciertamente que no hablamos de ir al templo a depositar una limosna y "comprar" así la salvación. Tampoco consiste la cosa en "dar dinero al cura", sino de sostener la Iglesia, que en el caso de las parroquias no recibe dinero más que de las colectas. Con las colectas se costean tanto las obras de caridad parroquiales como el mantenimiento del templo, los impuestos, los servicios y (claro está) la alimentación, vestido y necesidades de los sacerdotes. Cabe decir que en demasiadas ocasiones los sacerdotes tienen que salir a trabajar en colegios para solventar las necesidades parroquiales y personales que las colectas no alcanzan a zanjar.

"Para muchos, la naturaleza puede ser una Iglesia".

Tampoco esta frase pudo ser encontrada entre las catequesis del papa. No obstante, es una frase que refleja una realidad, incluso para quien esto escribe. La naturaleza refleja, en muchas ocasiones, el esplendor y la majestad de Dios, así como su amor por sus criaturas. Y uno puede caer en oración con facilidad en el entorno natural. De hecho, muchas veces se celebra la Eucaristía en cumbres de montañas o lugares similares, en donde es fácil experimentar la presencia de Dios.  Pero en el contexto del apócrifo atribuido a Francisco, y en conexión con la frase anterior, pareciera que esta frase negara la importancia del templo, y de acudir al templo, que entre sus muchas cosas buenas ofrece, por un lado, la Presencia del Santísimo, en el Tabernáculo, y es además punto de encuentro de los creyentes, asamblea, ekklesía (comunidad).
La última frase del apócrifo, huelga decirlo, tampoco fue identificada como perteneciente al papa.

"Algunas de las mejores personas de la historia no creían en Dios, mientras que muchos de los peores actos se hicieron en su nombre".

Es verdad. Pero también es verdad que en nombre del ateísmo y del desprecio de la religión se cometieron los peores genocidios, como el holocausto nazi sobre el pueblo judío, con 6 millones de muertos; las matanzas estalinistas de campesinos (10 millones), el genocidio del Khmer Rojo de la Camboya de Pol Pot y otros muchos. Y algunos de los hechos monstruosos cometidos "en nombre de Dios" en realidad fueron cometidos por otros intereses, aunque malos creyentes se escudaron en el nombre de Dios para cometerlos. Pero vuelvo a decir: es cierto. Muchas de las mejores personas de la historia no creían, aunque muchas otras de las mejores personas sí creían. ¿Cuál es el sentido de esta frase puesta aquí? Está en consonancia con el sentido de todo el apócrifo: poner en boca del papa católico que no es necesaria la religión, ni la fe, ni los templos, ni el culto.
Todo hombre o mujer tiene el derecho de creer o de no creer. Y tiene también el derecho de fundamentar su creencia o no creencia.

Lo que no existe es el derecho de atribuir a ninguna persona cosas que esta persona no dijo, ni podría haber dicho sin falsear la totalidad de su enseñanza cotidiana.

lunes, 2 de febrero de 2015

Incendios forestales

Incendios forestales en nuestro país


"Durante las excursiones que en aquellos años  hice en el sur... admiré lugares excepcionalmente hermosos y más de una vez enuncié la conveniencia de que la Nación conservara la propiedad de algunos para mayor provecho de las generaciones presentes y de las venideras... Vengo por eso, por la presente, invocando los términos de la ley, a solicitar la ubicación de una área de tres leguas cuadradas en la región situada  en el límite de los territorios del Neuquén y Río Negro, en el extremo oeste del Fjord principal del Lago Nahuel Huapi, con el fin de que sea conservada como parque público natural y al efecto pido a V.E. que hecha esa ubicación se sirva aceptar la donación que hago en favor del país de esa área que comprende desde la Laguna de los Cántaros inclusive, al norte, hasta el boquete de Barros Arana al Sur, teniendo por límite occidental la línea fronteriza con Chile en los boquetes de los Raulíes y de Pérez Rosales, y oriental las serranías al este de la ensenada  de Puerto Blest y de la Laguna Frías, y contiene la reunión más interesante de bellezas naturales que he observado en la Patagonia... Al hacer esta donación emito el deseo de que la fisonomía actual del perímetro que abarca no sea alterada y que no se hagan más obras que aquellas que faciliten comodidades para la vida del visitante culto, cuya presencia en estos lugares será siempre beneficiosa a las regiones incorporadas definitivamente a nuestra soberanía..."

El párrafo que antecede pertenece a la carta que enviara el ilustre argentino Francisco P. Moreno al Ministro de Agricultura del gobierno del General Julio a Roca,  Dr. Wenceslao Escalante, haciendo donación de una importantísima porción de las tierras que el Estado le otorgara como reconocimiento a su labor de Perito en la demarcación de los límites con la hermana República de Chile, a principios de este siglo.
Con este donativo, aceptado al año siguiente por el Presidente Roca, nacieron nuestros Parques Nacionales. Hoy, más que nunca, siguen vigentes las motivaciones que inspiraron al insigne donante, y nuestros parques naturales constituyen un orgullo de todo el pueblo argentino.

Sin embargo, los reiterados incendios que se producen con asiduidad y siempre más temprano, cada temporada, en las mejores zonas de nuestras áreas protegidas deben constituir un poderoso llamado de atención frente a la tarea que nos asiste de continuar con la tarea que nuestros mayores iniciaron, en una pléyade de nombres que incluyen a Exequiel Bustillo, Exequiel Ramos Mexía, el Ingeniero Emilio Frey, el Ingeniero Horacio Anasagasti, los hermanos Ortiz Basualdo y tantos otros.

Es por ello imperativo que de una vez por todas se produzcan las acciones de planificación, prevención y lucha contra el fuego que la intensidad de este fenómeno reclama.
Debemos recordar que la destrucción de los bosques no tiene como único resultado a lamentar la degradación visual del paisaje. Como lo apuntara con claridad señor Enrique Poodts en un artículo publicado en el diario La Nación el 1º de febrero de 1996, los vientos producen un enorme trabajo de erosión en los cerros que se ven desprovistos de sus bosques protectores por causa del fuego. Las lluvias y el agua de escorrentía que sobrevendrán en la estación correspondiente potenciarán este trabajo erosivo, y los detritos que se volcarán en los torrentes naturales afectarán profundamente a la población ictícola de arroyos y ríos, a lo que debe sumarse el poder modificador de todo el ecosistema que estos cambios producen irremediablemente.

Es por ello indispensable la elaboración de Mapas de Peligrosidad de Incendio –que deben ser reelaborados en cada temporada, ya que este índice fluctúa por parámetros mudables, como la relación entre las temperaturas y el grado de humedad de la materia combustible, que dependen de la evolución climática de las zonas afectables y los índices de precipitación fluvial.
Se impone además la necesidad de contar desde el comienzo de cada temporada con una cuadrilla de aviones hidrantes que puedan movilizarse rápidamente a cualquiera de nuestros Parques Naturales en los cuales su presencia sea necesaria, junto con la correspondiente asignación de recursos para su mantenimiento, operación y despliegue. El manejo de la lucha contra el fuego debe centralizarse de una vez por todas, respondiendo a un plan que debiera ser elaborado con el asesoramiento de aquellos organismos internacionales con mayor experiencia en la tarea de prevención y lucha contra incendios forestales.

Pero el objetivo de esta nota apunta, sin embargo, a reflexionar sobre la incidencia que tienen las costumbres de la gente, tanto habitantes de las zonas afectadas como visitantes turistas, y la posibilidad de aplicar políticas preventivas en esta dirección.

En efecto, nada se puede hacer frente a las causas naturales de los incendios –que son por otro lado comunes a las naciones desarrolladas como a los países emergentes, como lo demuestran los informes de incendios forestales en todo el mundo- cuando se suman prolongados tiempos de sequía, que elevan el índice de peligrosidad de incendios, junto con la eventual aparición de tormentas eléctricas en las cuales los rayos son causa del comienzo de focos de fuego. Frente a esta situación, solo la vigilancia que permita una detección precoz puede ofrecer algún resultado positivo.
Pero la gran mayoría de los incendios forestales obedecen a otro tipo de causas, que merecen una reflexión particular.

Los descuidos humanos en tareas de quema de basuras, o tratamiento de pastizales o zonas arbustivas mediante el fuego para el aprovechamiento de los campos, son lamentablemente una causa frecuente del desmadre de estos “fuegos controlados”, que merced a los vientos patagónicos y a una sobredimensionada autoconfianza en la capacidad de control de los operadores se transforman en desastres que atentan contra el patrimonio de toda la sociedad. Las autoridades de aplicación deben controlar, con su poder de policía, estas tareas de los particulares, con una eficaz política de prevención que incluya sanciones ejemplificadoras para quienes operan sin ninguna responsabilidad en este tipo de accionar.

Otro problema real lo constituyen quienes por una causa o por otra no están en condiciones de realizar una evaluación responsable –y mucho menos moral- del hecho de incendiar un bosque. Sabemos fehacientemente que existen chicos y chicas que inician un foco de fuego para ver actuar a los bomberos y a los aviones hidrantes y así combatir el tedio de una vida pobre en muchas cosas, pero también en algo que les elabore un sentido. Estamos indicando una realidad. Algo que sucedeEn estos días, el incendio en la zona del Lago Puelo, en “El Desemboque”, habría sido causado por un chico de 12 años, aunque no está aún determinado fehacientemente. ¿Qué se puede proponer para solucionar este problema puntual? Confieso no tener otra propuesta que una intensiva campaña de educación ambiental en la escuela primaria, que no dependa de la sola buena voluntad de los docentes –la existencia de la cual me consta- sino de directivas, planes y metodología que deben surgir de los responsables de la educación. Con respecto al elevado índice de deserción escolar, admito que el problema, de honda raigambre social, me sobrepasa.

Como tampoco tengo respuesta para otro tipo de casos, como el de una anciana que con una vela puesta en un cementerio rural, y que fuera derribada por el viento, causó, involuntariamente claro, pero con una actitud temeraria, el incendio que asoló la zona de “El Contra”, al sur del lago Huechulaufquen.

También acontece que están los que deben incendiar los bosques en verano, para poder usar la madera afectada, ya seca, para combatir los fríos del invierno. Es sabido que no alcanza la ayuda que el estado distribuye para combatir los rigurosos fríos invernales en la población más carente de recursos. Y entre paisaje, conservacionismo y calor, la pirámide de Maslow nos enseña que las necesidades básicas están en un nivel de prioridad elemental por sobre las superiores. Una vez más es al Estado a quien le cabe idear las soluciones que hagan innecesarias las iniciativas particulares para cubrir este tipo de carencias.

Pero no podemos olvidar otra realidad que con demasiada frecuencia se establece como causal de tragedias ecológicas como las que motivan esta nota.
Me refiero a la tendencia creciente del turismo masivo en las zonas del bosque andino patagónico donde el control de las autoridades de aplicación de Parques Nacionales es siempre –pese al esfuerzo de guardaparques y pobladores- insuficiente.
El autor de esta nota, que desde hace más de cuarenta años recorre en una y otra dirección los senderos y picadas del parque Nacional Nahuel Huapi, ha encontrado en numerosas oportunidades fuegos encendidos en zonas de extrema peligrosidad, y a veces abandonados sin ser apagados de manera total, producto de la negligencia injustificable de quienes no comprenden el vasto alcance que sus acciones irresponsables pueden producir.
Vehículos que se internan en bosques y caminos sin “matachispas” en los caños de escape; acampajes en zonas prohibidas o poco controladas; manejo temerario de fogones o calentadores; y abandono de residuos de peligrosidad, como botellas o envases de vidrio que actúan de concentradores de la luz solar produciendo igniciones repentinas en lugares con abundante materia orgánica seca, son todas ellas situaciones que se pueden verificar reiteradamente en nuestros Parques Nacionales pese al enorme esfuerzo que realiza el equipo de Guardaparques para controlar superficies demasiado grandes.
Al respecto, creo que sólo cabe una política de mayor educación y control de los eventuales visitantes, en la que las autorizaciones de ingreso y permanencia en las zonas peligrosas sean acompañadas de una fehaciente certificación de la capacidad y responsabilidad de quienes aspiran a gozar de los ambientes naturales. Estas políticas deben incluir revisión de equipos de acampaje, registro de itinerarios y planes de marcha y evaluación de los conocimientos que sobre conservacionismo y prevención de incendios forestales detentan los que aspiran a ingresar en las áreas protegidas. La autorización de ingreso y permanencia debería ser extendida en un documento oficial que pueda ser exhibido ante las necesarias y repetidas inspecciones de campo que la autoridad de aplicación debería realizar, si se implementa un sistema parecido, contando, por supuesto, con personal y partidas presupuestarias acordes a las exigencias de esta tarea.

Y aquí llegamos a una última propuesta de manejo, que involucra a quienes planifican el accionar de guardaparques y otros organismos de control. Las intendencias de los Parques montan, en las épocas de mayor peligrosidad, una sistemática operatoria de patrullaje vehicular y pedestre, en los lugares en donde el acceso con medios mecánicos se ve imposibilitado por las características del terreno. Esta vigilancia debe ser incrementada, para lo cual las Intendencias necesitan de mayores recursos. Los guardaparques deben ser más,para recorrer permanentemente las zonas a su cargo sin que esto signifique desmedro a otra cantidad de tareas que les competen.
Todos conocemos las limitaciones presupuestarias que atraviesa la Dirección Nacional de Parques Nacionales. Pero estamos ante una encrucijada: o generamos las soluciones realistas que la situación impone, o debemos acostumbrarnos a la idea de que nuestros bosques irán desapareciendo, uno tras otro, con consecuencias irrecuperables para nuestros parques naturales.

Hasta aquí mi aporte, que pretende contribuir mínimamente a un debate inaplazable, ya que como la experiencia nos marca claramente, los incendios no dan respiro. Los incendios en Huechulaufquen (zona de “El Contra”; Piedra de Águila y ahora en la zona de Puelo, constituyen un indicador de que el problema sigue latente. Es urgente generar las soluciones de fondo que la situación exige, so riesgo de que al cabo de un tiempo –que parece será corto- el turismo vuelva a replegarse porque los bosques de nuestras montañas habrán disminuido dramáticamente.

Raúl Llusá