lunes, 26 de noviembre de 2018

Tristeza, resignación, bronca.


Hace unos años, un energúmeno descerebrado y risueño, que miraba a ambos lados para ver las caras de aprobación de otros muchos despreciables que reían y aplaudían, atacaba con no sé qué gas a un grupo de jugadores de River que entraban en la cancha de Boca por el túnel ¿protegido? que viene de los vestuarios. Esa noche me agarré una amargura tal que dije: ¡chau el fútbol para mí! Estaba Agustín Bregim conmigo, y puede dar testimonio. Se me pasó. Entre este hecho y el del sábado, en el que otra horda de bestias insultaba (ponele que hasta ahí se entiende) y ¡apedreaba! al “enemigo mortal” que llegaba a la cancha, hasta el punto de romper los vidrios del micro, pasaron muchas cosas espantosas en el mundo del fútbol. Con muertos, negocios dignos de la mafia, contubernios dirigentes, y esa “pasión”, esa maldita “pasión” que hace ver al que tiene otra camiseta como enemigo.
Esto último pasa entre las barras, pero pasa también entre muchos que no son barras. Pasa también entre demasiados jugadores, que se bancan con cara de culo el tener que darle la mano al contrario antes del partido. Y entre los directivos de los clubes, y miren si no las farsas mal actuadas de estos dos –a mi humilde pero sincero modo de ver- impresentables, que son los presidentes de los dos clubes más grandes de la Argentina (yo simpatizo con uno de ellos, pero juro que no mataría ni a un mosquito por sus colores).
En fin: el fútbol despierta tanta mala pasión en los menos… pucha, ¿qué palabra pongo acá?... en los ‘menos preparados’ para entender que cada quien tiene derecho a creer lo que cree, a hinchar por el equipo que quiera o que le hayan encajado de chico, en fin: a ser como es, mientras no cause mal a nadie, si el fútbol (decía) le “saca la cadena” a tanta gente tan básica, ¿qué hacemos?
No sé. Yo, que cada vez estoy más viejo y menos pasional, diría: mientras no cambie la calidad de los dirigentes y de unos cuántos jugadores y técnicos (que alientan con sus declaraciones incendiarias esta absurda “guerra de los siete reinos”) nada cambiará, porque la violencia de arriba promueve y facilita la violencia de abajo. Y las “hordas” de apedreadores, ladrones y violentos seriales no cambiarán. A las hordas sólo se las neutraliza con sanciones, como se hizo en Europa.